In memoriam FHB
A los 6 años conocí a una princesa. Yo creía que serlo dependía del azar, que alguien algún día, reconociendo las capacidades en ella, se acercaba a una niña linda y la invitaba a vivir a un palacio. Así que esperé un tiempo y me esforcé por cosas que una princesa haría esperando la invitación mágica, a fin de cuentas no funcionó y tampoco conocí a alguna niña que tuviera esa suerte. Más tarde reflexione en mi condición de plebeya, quizá ni siquiera vivía en un lugar donde se invitara a las niñas a ser princesas. La misión fue abortada dos años después. Dejé de pensar en ello, en que cualquier niña podría ser de pronto noble, hasta que comenzó el movimiento *Princess*. Este movimiento está orientado a asegurarle a toda niña que es una princesa, bueno, toda niña que pueda pagar más de doscientos pesos por un estuche o sesenta por un broche para el cabello; más interesante aún, puedes adquirir un identificador de ‘Princesas a bordo’ que al parecer despeja los autos alrededor de la portadora o al menos le concede derechos sobre la ley de tránsito y aquella ley física de impenetrabilidad (dos cuerpos no pueden ocupar el mismo espacio al mismo tiempo) no aplica cuando ellas conducen. Incluso las ‘familias reales’ europeas han derivado el título de princesa a: mujer que camina un paso detrás del rey y del heredero, portando un traje sastre de diseñador, sin poderse acomodar el cabello cuando hay viento y que se deja tomar fotos en casas de enfermos y huérfanos alrededor del mundo.
Las monarquías absolutas se acabaron porque no eran monarquías en absoluto. El rey dejó de ver por su pueblo y comenzó a exigir que el pueblo viera por él, cualquier pueblo inteligente se sublevaría ante semejante tergiversación de la realidad. Haber nacido el día del aniversario de la toma de la Bastilla me reforzó lo rebelde y yo digo que ser princesa es muy distinto de gozar de privilegios que, curiosamente, son otros quienes nos los dan.
Princesa es aquella que es capaz de ser líder porque, cuando alguien está en desacuerdo con ella lucha por ser más agradable sin perder convicción en sus ideas y dispuesta a cambiar de opinión ante un buen argumento. Es quien, sin saber si puede mejorar las cosas, lo intenta hasta el final. Alguien con la facilidad de compartir su sabiduría a través de historias o comparaciones con la pasión de quien sabe necesaria la alegría para alcanzar la libertad, porque las historias pertenecen a todos. Cuando tiene unos minutos, las palabras que intercambia son siempre joviales y regresan nuestro corazón a su lugar, y con algo más de tiempo, nos revela el tipo de pensamientos en los que uno reflexiona antes de dormir y que nos sirven de guía por años.
Es quien posee naturalmente el don de dar, quien convierte cada pequeña acción por los demás en un acto de entrega interior, alguien que actúa en beneficio de su gente. Quienes son de naturaleza dadora, nacen con las manos abiertas. Y habrá momentos en que sus manos estén vacías, mas, con el corazón eternamente lleno, habrá mucho para dar; quizá ayuda, consuelo, comprensión, pero en todo momento disposición a una risa sincera. Cada año que pasa, se vuelve más divertida. Un libro es de los mejores regalos que se le pueden hacer porque conoce el valor de la palabra. Aunque enojada, jamás grita ni habla con rudeza, su voz quizá aparezca fría y su tono orgulloso cuando el esfuerzo le falla, pero no continúa en ella la violencia. Rara vez llora, no porque sienta poco, sino porque lo siente tanto que su mayor consuelo es el consolar a los demás. Pareciera que, sin darse cuenta, cede donde otros no, mas lo hace con toda voluntad, consciente de que se espera el momento de su desesperanza y batallando por contradecirlo. Es a quien pueden confiarse desde las cosas más simples hasta las más importantes.
Tiene la habilidad de hacer de cualquier momento o lugar cotidiano razón para un día bonito y lo comparte sin pena. Es quien logra convivir con sus miedos, al punto de convertirlos de armas a herramientas. Entiende que las ofensas y las promesas incumplidas son realmente evidencias de impotencia, los vacíos de otras personas no la harán caer en la ira ni en el rencor. Uno es más fuerte cuando retiene, no las emociones, sino los impulsos que éstas provocan, que cuando usa todo en sí mismo para herir por despecho. Una princesa intenta nunca responder a sus enemigos y comprende que cada quien da lo mejor de sí, aun no siendo lo mejor para sí.
Sin importar la situación, diario mira al cielo y lo aprecia y lo agradece. Encuentra confortante la sonrisa, incluso viniendo de extraños. Sabe que un pensamiento de bien atraviesa paredes, cruza ríos y sobrevuela malentendidos para alcanzar al susodicho -o susopensado- y les regresa la calma a ambos. Su modo de pensar hace imposible que sea herida o se sienta incómoda, pues cuando uno evita dar importancia a aquellos hechos que nos disgustan y que no controlamos, da paso a que lo improbable se nos vuelva posible, simplemente trayendo el corazón atento a lo que queremos. Considera una mentira, no sólo como algo egoísta sino vulgar; sólo mienten quienes no cuentan consigo mismos. Aun con su insaciable sed de conocimientos, sabe que únicamente la bondad es imprescindible en una persona, la inteligencia de nada sirve si no está orientada al bien. La justicia es para ella primordial, la quiere para su gente y la quiere para ella, porque la justicia es una de las manifestaciones del amor.
Tiene la valentía -porque para esto se necesita- de hacer que sus sueños se cumplan, de quedarse a disfrutarlos. La verdad es que es partidaria de las rebeliones, de aquellas que ocurren pacíficas en el interior, que lo llevan a uno a mostrar sin pena el agradecimiento tan grande por los detalles alegres en medio del peligro de la tristeza, actitud que algunos consideran impertinencia. A veces los sueños que sueña, las visiones que tiene, las imaginaciones que la proveen de felicidad y que la confortan, es todo lo que tiene para ofrecer cuando los tiempos no le van lindos, quizá su espíritu es lo suficientemente digno para reservarse sus penas y compartir su felicidad. Es verdad, de vez en vez se harta, quisiera descansar su fuerza, acompañar su soledad, permitirse ayuda. De vez en cuando, se siente a punto de claudicar, pero jamás se dejará intimidar por las injusticias ni por los prejuicios, nunca se vencerá su libertad (ni siquiera a cambio de seguridad).
Y su rostro es tan intenso, tal vez no quepa en algún estándar de belleza pero su expresión es de lo más auténtica y cautiva más por su transparencia que por la fineza de sus facciones. Sus ojos son peculiares, son grandes o están muy abiertos, pues parecen estar siempre vislumbrando un camino largo. Su mirada sabe leer corazones, su corazón sabe declarar amor en voz alta.
Lo anterior no significa que será reconocida ni vista como tal. A veces, allá fuera, sólo ven nobleza en quienes traen su corona puesta. Quien es sí misma, quien se mantiene firme en las ofensas, en las dudas y en las tristezas, quien defiende la verdad y permanece fiel en el amor, es quien respeta la vida posee realmente nobleza.
Esa es la princesa verdadera, aunque nadie la pueda ver, aunque pocos la vayan a reconocer.
Esa es la princesa que quiero ser, la que nos recordó Frances Hodgson Burnette.