Bonita bai bai

Nunca hubo despedida, con todo y que sabemos unos tres o cuatro idiomas para decir adiós con el matiz preciso. Es de esas partidas subjetivas en que te vas de mí sin que te lo diga o en que me voy de ti sin que me avises, ésta fue un poco de ambas, casi simultánea. Pero queda en mí una voz casi silenciosa -de aquella que cuesta diferenciar si soy yo quien escucha o quien habla- y tú me hablas y yo te pienso. Es que fue tan poco tiempo. 

Y me dan ganas de decir que estoy enamorada de ti pero hacerlo sería conjurar el sentimiento a ser más de otros que nuestro. Como esos amores que son de puros besos y no de besos puros, de los que se sacan a pasear a sí mismos y se dicen mentiras cursis y se toman fotografías con flash a media noche mostrando la sonrisa tantas veces ensayada frente al espejo. Porque entonces tendría que presumir de una inocencia que no tengo para disculparme de ser tan descaradamente carnal, como si fueras tú tan cínicamente insensible que debiera mostrarte todo lo que soy para que lo veas. Y lo peor de todo: tendrías tú que fingir que me crees. Nada que nos gustaría.

Cuando uno realmente desea despedirse hace un recuento de memorias, un más/menos, y mira de frente al otro y se va. Se recitan automáticamente buenos deseos mientras cruza la calle. Voltea hacia atrás antes de entrar al coche, como tradición, pero con el corazón puesto al horizonte.

Cuando uno en el fondo lamenta la despedida habla sobre cosas triviales, el clima y la hora, juega con las llaves unos momentos en silencio con la mirada baja y, tras el abrazo más fugaz del mundo y la sonrisa más interminable, se aparta sin mirar atrás de a quien nunca en la vida querría dejar de saludar. Antes de esto se presenta la ocasión de expresar el más sincero deseo de que el otro nunca vuelva. Que te vaya tan lindo allá que cuando despiertes los sábados por la mañana con la luz de la ventana bronceando de lejos tu cara, te olvides que eras de acá y jamás recuerdes que yo te besaba.

¿Y el corazón?
El corazón se queda a donde el otro se va,
                  se va a donde el otro se queda. 


Y el mío no sabe ir en (N) neutral.

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