Amour de Sirêne

"Pero, ¿hace falta besar el agua 
cuando estás sumergida en un mar, 
o más aún, cuando tú ya eres el mar?"
- Las palabras calladas, Pedro Miguel Lamet


Tú estás siempre enamorada, sirena, todo lo metes en tu corazón. Si es el río o el desprecio de un desconocido, si son los árboles en flor, los tropiezos o un postre compartido: todo lo llevas en el pecho. Igual cabe el avión en que él llegó que las perlas que pusiste en tu cuello el día de fiesta, guardas las heridas en el mismo sitio que tus acuarelas. Y ese tu mundo de dentro, por fuera es todo silencio. Ese silencio, sirena, ese silencio tuyo.

¿Tenés miedo de amar, che?, te dice ese hombre. Nada, nada de miedo. Es solamente que sientes ganas de andar de novia de todo el universo, pero decirlo es una imprudencia y media. Tu futuro en las manos del hombre que extiende la mano para recibir un vaso de jugo en las noches de verano, en el niño sin zapatos, en el viejo vagabundo con mil cuentos en los labios. A esos hombres son a los que sales a buscar, a ellos que esperan de it todo sin dudar ni un momento, a ellos que se aprenden tu nombre tan largo y tan fuerte y -siempre, siempre- tan resonante. Amar a un hombre pobre es tan sencillo, ser amada por un hombre pobre es tanto obsequio: es un beso sin miedo.


¿Hombre, no amas tu vida? Sin embargo, sirena, sabemos ambas que en el fondo, tanto como en la superficie, esperas al hombre que emerja del mar o del río o de la fuente, pero que venga claro. Uno que sepa que solamente camina sobre el agua quien sale de la barca sabiendo sostenerle al Faro la mirada, aún con la tormenta sobre la cara y la sonrisa empapada. Será que hay una alegría pacífica como esa que da tener nada, la de saberte hermana de todo aquel que pasa. 

Sirena, por las noches calurosas, en las calles oscuras, en el hombre olvidado por quienes debían honrarlo, en el niño herido por quienes se rindieron de cuidarlo, en la mujer despreciada por quien le juro amor en lo adverso, en ellos está el amor verdadero. Tú que te creías desterrada, ahora estás por doquier en casa.

A ti que te encantan los pies sucios y descalzos, 
a ti que andas por ahí también con la esperanza desnuda
y vagabunda.

Shalom, amor, 
Que estas noches de caridad, son día en tu casa



 (Bella, 2006)

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