Le paradis n'est pas artificiel
Agua clara, hombre, eso y nada más.
Vienes y vas, vas cuando vengo y vienes cuando ni estoy. Cruzo corriendo y cuando te paras, me voy yo. Pero tus visitas son siempre tan justificadas, tan al pie de la letra, que terminan por ser un acto racional con los suficientes formalismos para marchitar cualquier sentimiento de fines de verano. Tanto sin hablarnos y tus primeras palabras son explicaciones falsas. Quizá entiendo muy poco que algo lo quieras y no lo busques, que algo lo puedas y no lo hagas, que algo lo ignores y no lo preguntes. Quizá te entiendo casi nada. Prometes que estarás para poder sentir que faltas. Jamás te atreves a llegar, todo contigo es acto de ausencia. ¿Has pensado que a este paso comenzaría sin ti lo lindo de la vida? ¿Es que nadie te dijo? Los platos cubiertos de maleza y ramas significaron nada, pero se parecen mucho a esa confianza algo abandonada, un poco seca y podada bien seguido por tus inconstancias. Aunque seguido regada por mis ganas interminables de creer esta vez, y la otra también.
Incontables los tequieromuchos que escribes, difícil recordar los que has dicho de frente, imposible saber si alguno fue sincero. Nunca contestaré a eso. Es que, hombre, si yo te quisiera mucho, te querría tanto más y para eso ganas no me faltan, razones sí: varias. Somos un par de extraños, eso hay que aceptarlo. Extraños muy simpáticos, eso hay que decirlo. Te quedas viendo mi cabello, desde la cabeza hasta la espalda; pero te roza un mechón el hombro y te apartas, cual si fueran espinas enredadas. Te acercas a mi hombro cuando vamos caminando y al momento en que chocan nuestras manos, guardas las tuyas en los bolsillos porque las mías son así, como desconsideradas. Con las manos escondidas miras de reojo mientras camino, mientras me alejo; mas, te abrazo unos segundos para despedirnos y se te vuelve de hielo el pecho.
Ay, tú.
Te presentas como amigo
y te comportas como pretendido. ¿Me gustas? Luego me lo pregunto porque da la impresión de que la respuesta te la di hace mucho, tal vez dormida, tal vez en algún gesto, como una risa o al guardar mi abrigo. ¿Me gustas? Sí. ¿Mucho? No, poquito. Después están tus lentes de sol, que le restan esplendor a esto que llamaba yo amistad. ¿Qué hiciste de la verdad de tu alma? La luz cambia, la oscuridad escapa. Eso que tomé por sabiduría son sólo lecciones de vida memorizadas sin aprender y repetidas sin ton ni son. Ni son raras las veces que desapareces ni tocando la guitarra es posible cantarte más. Ya ni bailo al son que me pones.
!Te ahorras tanto amor, derrochas tantas palabras¡
No me hables para que me vaya bonito.
Cuando te vaya bonito,
Cuando te vaya bonito,
me hablas.
¿Por qué te callas?
¿Por qué te callas?