Pasa la salsa
Los pasos suaves, sonidos de escalera alfombrada y al fin llegas. Me cuesta recortar la bienvenida, el abrazo y mi cabello. Aunque todo acabó por ser más corto de lo que deseaba, se me estremece la piel cual si hubiera traído puesto tu calor al aire libre. Esto no es una fiesta, es una reunión privada. Vamos a la sala, sales a la terraza. Me das agua de jamaica y una que otra mirada disimulada. Vuelves con un regalo entre las manos y lo pones frente a mí, como por accidente, como porque sí. Miro fijamente lo simpático del espectáculo, traes representaciones de aquello que expresarías de no ser por tus numerosas reservas. Comprendo y río junto contigo, más o menos en secreto. De pronto desapareces esto y se nubla un poco. Comemos ahora, más tarde, ¿quién sabe? Él me trae una copa con el vino a medias. A nosotros nos gustan los sillones y salir a pasear, tú tomas una silla y prefieres las oficinas. Está bien, después ya no estás.
Los pasos suaves, voces lejanas y el golpe frecuente de un par de zapatos de tacón. Su plática es directamente proporcional a tu silencio. Tu mirada sigue a la baja. Una canción, unos aplausos. Todos quieren besos, aunque digan lo contrario. Pastel, pastel. Yo sólo quiero pay de manzana, los besos para luego. Hay que bailar, dicen. ¿Qué mas decir? Bailo. Se nos viene la noche y entras.
Los pasos suaves, la música vibrando en las copas y las risas escapando por las ventanas abiertas. Apenas comienza la música y con los ojos puestos en el piso, tomas mi mano. Esto comienza a parecer un sueño. Entre vuelta y vuelta tu sonrisa parece más larga. Por unos minutos, compartimos ritmo y carcajadas. Pero el baile acaba y tú te apagas -cuando bailas eres libre, mientras bailas-.
¿Y cómo explicarte que sólo muere de besos quien se los guarda?
Los pasos suaves, voces lejanas y el golpe frecuente de un par de zapatos de tacón. Su plática es directamente proporcional a tu silencio. Tu mirada sigue a la baja. Una canción, unos aplausos. Todos quieren besos, aunque digan lo contrario. Pastel, pastel. Yo sólo quiero pay de manzana, los besos para luego. Hay que bailar, dicen. ¿Qué mas decir? Bailo. Se nos viene la noche y entras.
Los pasos suaves, la música vibrando en las copas y las risas escapando por las ventanas abiertas. Apenas comienza la música y con los ojos puestos en el piso, tomas mi mano. Esto comienza a parecer un sueño. Entre vuelta y vuelta tu sonrisa parece más larga. Por unos minutos, compartimos ritmo y carcajadas. Pero el baile acaba y tú te apagas -cuando bailas eres libre, mientras bailas-.