Flores en tu pelo

Es extraño que siendo tú y yo conocidos uno del otro, te me vengas a los ojos de este modo. Te recuerdo cada cuando con eso que le llaman estima, ha de ser que compartíamos tribuna en el mismo equipo y hacíamos recuento de la temporada y análisis del último partido. Nada más. O quizá también que entre plática y broma chispeaba siempre tu inteligencia -lo bastante para deslumbrarme- y salía a relucir mi buen humor -lo suficiente para sacarte una sonrisa y una que otra carcajada- y había una consonancia extraña por instantes que nos daba una sensación de bienestar incomprensible y muy sutil. Pero hoy, mujer, hoy sí no sé. Te ves algo bonita, te lo digo en voz baja. Me acuerdo de ti hace unos años, corrías por todos lados y de lejos parecía difícil ser quien eras. Sin embargo, esta noche eres otra. Parpadeas con algo de gracia, hay toda la paz en tu mirada, tu voz es más dulce aunque más resonante y tus brazos se mueven relajados. Entiendo tu camino, es difícil despertar a la realidad sin perder los sueños. Entiendes mi recorrido, a veces eso que uno ama viene para lo demás en segundo plano. 

Nos sentamos juntos. Te queda bien el cabello largo, crece cuando inclinas la cabeza hacia atrás al reír. Esta vez tienes muchos menos juicios y un montón de armonía. Hay en tus palabras algo que sin saberlo explicar me anima. Te cuento cómo quisiera prescindir de mi playera y la facilidad que entraña darme un beso sin quererlo. Hablar contigo es jugar a desvestir el alma. Eres linda. Y si en vez de acercarme a tu boca, lo dijera sobre tu hombro, ¿quién sabe si los demás lo entenderían? Quédate más, te he traído una silla. Aceptas y platicas un poco más pero el reloj te convence de ponerte de pie y ya te vas.

'¿Qué horas son estas para llegar?',
                                   dije a las mariposas que volaron dentro de mí
                                                                  cuando te vi salir.

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