Al fin vida
Ahora veo claro porque mi corazón está construído sobre piedra, ya no lo llevo a mi espalda -como caracol con su casa-, ya tiene su lugar entre la rebeldía y la estabilidad: la libertad. Veo las caras de niño guapo que recuerdan las promesas exactamente mal, veo las espaldas de mujeres que olvidan pronto lo que desearon justo ayer y, de todos sus gestos, lo que fue bondad fue lo único que pudo quedar, lo demás pasa. Hay fotografías que dicen las mil palabras que te callas, esas miradas desviadas, las llamadas jamás contestadas, las ventanas abandonadas y todo lo demás. Sé bien lo que has dejado atrás para llegar a donde no ibas pero donde ahora estás, sé bien que yo no podría: quemar los puentes y después esperar sus visitas.
Esta es la época de mi alma, los altares están vacíos y los sacerdotes han perdido sus brújulas, quizá es tiempo de peregrinar y acoger la vida como santuario diario. Él tiene la cara más guapa que habrá y compartimos un tipi que es poca cosa y poca casa para otros, para mí es hogar dondequiera que su corazón vaya. Si el Espíritu nos guía entre los rumores y las mentiras, entre las traiciones y las bienvenidas, gritamos juntos: ¡aleluya! Y si ese mismo Espíritu nos lleva por vías distintas, aún con el corazón cansado daremos gracias a Dios. Los pies descalzos en un país lejano para recordarme que la perfecta alegría, la del hombre provenzal que vistió de llagas y de sayal, es la de perderse en el lugar donde parecía que no debíamos estar, porque solamente quien se pierde necesita buscar para que el Uno lo encuentre.
Así es como pasa, me alejo lentamente de lo que alguna vez dije amar.