De lejos
Era el último día del año y debía estar lanzando confetti pero me senté
en silencio a la mesa esperando que el cambio de fecha me regalara algo
de amnesia y trece días más tarde terminaba una llamada queriendo
olvidar cada palabra tuya que atravesó la pantalla. Buscas el cuerpo que
no he recuperado, el que sigo pagando con memorias fragmentadas como
trozos de vidrio que cortan la mano que los levanta, el que me cobra la
misma voz que escuchaste la noche anterior pero que a mí me visita a las
3:49 de la madrugada. Porque, ¿sabes?, siempre te preguntabas qué clase
de monstruo se atrevería a tocarme así o cuántos demonios me decían al
oído que no merecía ni la mirada amable de mis hermanos y te puedo decir
que los monstruos tienen el cabello rubio y los ojos brillantes, que los
demonios me invitaban helado por las tardes. Al final, es el hambre de luz lo que nos lleva esperar en silencio, en lo obscuro, como si soportar tal tortura por unos momentos nos concediera derecho a una vida de fuegos artificiales. Y yo me quedé quieta por años esperando un espectáculo que me incendiara el alma o me calentara los pies.
Por favor, sé mi descanso, por favor, sé mi calma. Es lo que pensaba en voz baja mientras me abrazabas, porque a veces era tan confuso entre nosotros que sólo mi confianza ciega me convencía de que eran manos nuestras las que me tocaban. Olvidé todo lo que me había enseñado a mí misma: saltaba acantilados con la risa en el alma y ahora no puedo terminar el día sin ser tormenta de lágrimas para ti y vacío para mí misma. Te llevaste la seguridad y me prohibiste el miedo y apagaste la luz y te giraste y dormiste. Y después de pasar la madrugada mirando al techo, me hablas con tranquilidad de las cosas que me matan, mi guitarra está seca de canciones y tengo la vida bonita atorada entre la rutina y vacaciones. Todo es repetición desde que voy contigo, juzgarás mis tiempos y condenarás mis palabras, me exigirás explicaciones sobre errores que otros cometen y hablarás de ellos hasta hacerme llorar. Cuando logro volver a respirar me pregunto qué me dirás al otro día para hacerme sentir que el dolor no fue real -que soy mi propia pesadilla- y te doy el beneficio de la duda porque suena lindo eso de haber imaginado mis heridas hasta que las abres todas cuando me desapruebas, como si desangrándome me cambiaras la vida, a mí que recorrí montañas sin compañía, es que los extraños componen canciones enteras a un trozo de mis días.
Vine a ti a darte una parte de mi vida y me dejaste dentro de tus miedos durante un verano entero porque estabas arreglando tus sueños y me sentí poquita persona para tantos deseos: los girasoles guardados siempre en el equipaje -igual que el cumpleaños- que ni velitas ni bailamos. Una vez está bien, mas no se puede vivir sin volverlo a querer. Y nada podía decirte, que mientras veías deportes mis ojos marcaban que íbamos perdiendo y sólo me abrazabas para decirme que mi tristeza venía de que no descansaba. ¿Recuerdas la vez que dejaste de ver cómo avanzaba y terminé lastimada? Pues esta es una historia parecida, que cuando dejaste de verme, dejó de latirme el corazón y me caí fuerte del cielo que imaginaba a tu lado, que resultó ser un cielo inventado y solitario. Fui a ti a darte una parte de mi vida y regresé con una herida en las costillas, de las ganas de sacarme el corazón para verlo y saber que ahí seguía.
Quizá fui guía,
quizá fui compañía y tardes lindas,
pero no fui destino,
fui puro ca-mi-no.
Ça s'apelle: avoir le coeur brisé.